Vi un rostro angelical.
Entre sus ríos de agua,
nacía un amor en calma.
Entre sollozos de silencio,
yo te rezaba en mi templo
y entre flores de algodón,
invadías mi frágil corazón.
En el tiento de tus manos,
florecía un jardín de pensamientos.
En el roce de tu recuerdo,
anhelo tus besos lentos
y el simple juego,
de tu alma de fuego.
Allí donde mora tu esencia,
te impoloro que guardes mi presencia.
Que encierres mi fragancia,
que olvides la venganza.
Que vengas a mí.
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