jueves, 4 de octubre de 2012

Reflexión


A veces sentimos que perdemos la vida. Que estamos solos, rodeados de seres que nada tienen que ver con nuestra alma.
Vacíos interminables, soledad amarga y tristeza infinita, podrían definir el pensamiento de una mujer que en este instante tiene la fuerza para seguir caminando por los senderos de la tierra.
 Todo ello marcado por lo que siempre la ha guiado; un amor fuerte, que devora cada pensamiento negativo que su esencia desprende, dispuesta a comprometerse con cada intención de su mente, con cada deseo de su cuerpo, a volver a encontrar y compartir un sentimiento.
Como una ola cuando llega a su orilla, una mujer que crece en el tiempo y rompe al sentirse desprotegida, ella tranquila, reposando en la arena la llegada de un amor que pueda rebatirla.
Reconozco que soy el símbolo de esa mujer, solitaria, y hasta con un rumbo perdido. Una mujer, que durante el día ve pasar ante sus ojos la luz infinita, la que emana del sol hacia la tierra, pero en la noche todo lo ve perdido. Las lágrimas invaden sus mejillas haciendo caer sus párpados como grandes cascadas hacia el infinito.
Consciente de que las noches son bellas, que en cada una de ellas nos ilumina una estela brillante, pondré la luna y el cielo  a tus pies, amado mío. A ti te encontré entre detellos de luz, cuando la sombra reinaba en mi trono de soledad, allí te esperaba en libertad a que robases mi alma y mi esencia, para recordar todos los amaneceres mi dulce perfume.
Como el viento en los árboles, rozabas mi piel cada noche y solamente pensándote sentía tu mano en mi cuerpo esbozando un corazón en cada rincón de mi ser. Quería evitar volver a sentir a mi corazón latir, volver a tener que olvidar la soledad, evitar volver a sufrir un desamor, arriesgarme  a sentir ansiedad, temblor por tu falta, por tu ignorancia y desprecio.
¿Cómo poder evitar algo que está ahí fuera todos los días?, evitar cruzarme por la calle contigo, amor, y dejarte pasar de largo sin ni siquiera mirarte, para no perder la razón de nuevo.
Ya lo sabes, no he podido evitarlo. He caído en la trampa de volver a reír, cuando me dices que somos uno, cuando insinúas que soy la mujer más maravillosa del planeta por hacerte reír a ti también y sentir lo que yo sentí.
Contigo simplemente la vida es más  sencilla, un despertar cuesta menos si sé que alguien me acompañará a lo largo de mi vida, tú. Siento que sonríes a mi lado, que susurras en mi oído y que tu corazón late junto al mío, que esta vida será serena si cuido tu alma y pertenece a la mía.
Mañana al despertar, sentiré tu susurro en mi oído, tu piel calmada esperando mi despertar y tu voz suave recordándome por qué estoy a tu lado.

                                                                                        Ainara